Es curioso como hay gente que se jacta de ser participativa, tolerante, amistosa, sincera... pero cuando llega la hora de demostrar lo participativo que se puede ser, mostrar que respetalas opiniones de los demás aunque no crea en esa ideología, que es capaz de dar amistad incondicional y demostrar compañerismo; el castillo de naipes que ha creado con cada una de las mentiras que dice odiar se derrumba ante la actitud negativa, prepotente, llenando el ambiente con su antipatía.
Esto es algo que yo veo casi todos los días. Darle la espalda a creencias que no son tuyas pero corresponden a un bien mayor. No es raro ver que dentro de los salones de clase se formen pequeños grupos, tampoco es anormal saber que hay diferencias marcadas entre cada uno de ellos, pero eso no significa que, necesariamente, haya una enemistad. Sin embargo, no siempre se puede llevar una relación amistosa.
Ya me desvié un poco de lo que realmente quería comentar. Me llama mucho la atención que en nuestras clases algunos nos quejamos sobre lo que sucede en el país y no lo relacionamos con lo que sucede en las aulas. ¿cómo esperamos que haya una participación ciudadana si no hay participación estudiantil?
Somos estudiantes esperando generar cambios, pero a veces somos antipáticos y negativos, queremos hacer conciencia sin ser conscientes. Somos incapaces de crear curiosidad e interés y luego nos preguntamos por qué las cosas no funcionan, sin darnos cuenta que no podemos transmitir algo que nosotros mismos no nos creemos.
Hacemos congresos, foros, debates, conferencias y nos enojamos porque la gente no se ve atraída cuando nosotros no damos el máximo para generar nuevas expectativas. En exposiciones hablamos bonito pero cuando se trata de actuar... se nos olvida lo dicho, negamos lo aprendido. Somos insensibles y nos cuesta trabajo creer que otros lo sean, molestándonos su cruel indiferencia.
Durante años y años de historia podemos ver cómo hay gente que ha luchado por seguir sus creencias, decir lo que piensan arriesgando todo y pidiendo a cambio que se les escuche. Hoy, las voces que se manifiestan se escuchan a lo largo y ancho del país, pero son sofocadas por aquellos que se dicen ser medios de comunicación, opacadas por el silencio generado por millones de personas que piensan “para qué, si no se consigue nada, es una pérdida de tiempo” pero de esa forma dejamos ahogar nuestra voz permitiendo y dándole esa apertura a los gobernantes para que hagan con nuestro país y con su gente lo que se les de la gana, total, ya le hemos dado el consentimiento para ello.
Esto es algo que yo veo casi todos los días. Darle la espalda a creencias que no son tuyas pero corresponden a un bien mayor. No es raro ver que dentro de los salones de clase se formen pequeños grupos, tampoco es anormal saber que hay diferencias marcadas entre cada uno de ellos, pero eso no significa que, necesariamente, haya una enemistad. Sin embargo, no siempre se puede llevar una relación amistosa.
Ya me desvié un poco de lo que realmente quería comentar. Me llama mucho la atención que en nuestras clases algunos nos quejamos sobre lo que sucede en el país y no lo relacionamos con lo que sucede en las aulas. ¿cómo esperamos que haya una participación ciudadana si no hay participación estudiantil?
Somos estudiantes esperando generar cambios, pero a veces somos antipáticos y negativos, queremos hacer conciencia sin ser conscientes. Somos incapaces de crear curiosidad e interés y luego nos preguntamos por qué las cosas no funcionan, sin darnos cuenta que no podemos transmitir algo que nosotros mismos no nos creemos.
Hacemos congresos, foros, debates, conferencias y nos enojamos porque la gente no se ve atraída cuando nosotros no damos el máximo para generar nuevas expectativas. En exposiciones hablamos bonito pero cuando se trata de actuar... se nos olvida lo dicho, negamos lo aprendido. Somos insensibles y nos cuesta trabajo creer que otros lo sean, molestándonos su cruel indiferencia.
Durante años y años de historia podemos ver cómo hay gente que ha luchado por seguir sus creencias, decir lo que piensan arriesgando todo y pidiendo a cambio que se les escuche. Hoy, las voces que se manifiestan se escuchan a lo largo y ancho del país, pero son sofocadas por aquellos que se dicen ser medios de comunicación, opacadas por el silencio generado por millones de personas que piensan “para qué, si no se consigue nada, es una pérdida de tiempo” pero de esa forma dejamos ahogar nuestra voz permitiendo y dándole esa apertura a los gobernantes para que hagan con nuestro país y con su gente lo que se les de la gana, total, ya le hemos dado el consentimiento para ello.
Si realmente queremos hacer la diferencia debemos comenzar con cambiar nuestra actitud.
Hay que ser DIFERENTES no INDIFERENTES
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