Autora: Ariadna Itzé Ortega Flores
Seudónimo: Nillossiel, Lilith
Género: Romance * Tragedia
Rango: Para todas las edades
Dedicatoria a todas mis amigas n_n
Notas: Espero les guste, ¿creen adivinar de quién se trata? la chica desde ahorita les digo que es un OC (personaje creado por mí), así que quién quiera ponerse en el lugar de ella ¡adelante! Ah y quiero aclarar que la protagonista de la historia NO soy yo, aclaración por aquello del faninsert.
La lluvia cae purificando mi cuerpo, lavando mi rostro, calmando el dolor, limpiando mis heridas. Que bella es la lluvia y sentirla recorrer mi piel. El frío provocado por mi alma al abandonar lentamente mi cuerpo, sentir... sí, que bello es sentir.
Sentir la dulzura de tus palabras y el calor de tu abrazo al aferrarme contra tu pecho. Y la oscuridad, como mi amiga fiel había venido a verme partir.
“¿Qué ves en mis ojos?” Te cuestiona mi voz escapándose de mi garganta casi sin darme cuenta. Mi pregunta te toma por sorpresa, tus ojos te delatan, esos ojos que pueden ver más allá que cualquier otro ser humano, esos ojos que pocos ven directamente para evitar caer en la ilusión de tu engaño... me miran ahora dejando al descubierto el horror que te provoca verme de en ese estado, lo sé porque tu corazón se ha acelerado alarmantemente.
“Tranquila, no hables” me dices intentando tranquilizarme, presionando mi vientre de donde brota la sangre sin control.
“Dime por favor ¿qué ves en mis ojos?” Te vuelvo a cuestionar con la voz más débil que antes. Te quedas callado, dudando de la respuesta que deseo oír y que al parecer tus labios no quieren pronunciar. El miedo me oprime el pecho al sólo pensar que, ni siquiera tu habilidad había podido traspasar la barrera de mi soledad.
¿Qué ves en mis ojos? Cualquiera que haya escuchado salir esta pregunta de mis labios... la ha ignorado, como me han ignorado toda la vida. No pueden responderla, pues nunca se han atrevido a verme directamente. Cobardes huyen de mí, evitando mi mirada. Y yo, intento escapar de mi realidad al no permitirles ver dentro de mí.Mi vida había sido un gran pozo sin fondo, donde vivía suspendida sin llegar al final y sin el consuelo de avanzar hasta la salida. Condenada al vacío eterno, y a morir en vida a cada segundo, a pesar de todos mis fallidos intentos de encontrarle valor a mi existencia en este mundo podrido.
Mi ser, mi verdadero ser se evaporaba al igual que lo hacía mi aliento con el lento pasar del tiempo. Mis súplicas... mis rezos, oídos sólo por las flores arrastradas eran por el viento en un acto de complicidad elevándolas al cielo. Y un día, mis ruegos fueron escuchados... por ti, el ser que abrió las puertas de mi prisión de huesos liberando mi alma y dejando que ésta conociera la belleza del universo.
Ahora siento mi reflejo y en él, apenas y me recuerdo. Puedo ver en mis ojos una luz que creía extinta y que tú has protegido, encendiendo esa llama perdida. Mis memorias, ahora me parecen lejanas, un sueño... una pesadilla. Esa soledad en mi corazón es sustituida por una ligera sonrisa en mis labios y un rubor en mis mejillas. Porque sólo con conocerte, aunque no me digas nada me siento fuerte. Porque tu mirada, temida... odiada, es un consuelo en mi alma.
Mi niñez, ahora me parece borrosa y lejana. Lo que muchos hubieran creído un don yo lo maldecía como el peor de los castigos. “¿Que hice para merecerme esta tortura?” Me preguntaba continuamente. No conocía el calor del amor, de un abrazo humano y el único que conocí casi lo he olvidado. El sol me daba el calor que necesitaba cada mañana y las flores me brindaban las sonrisas que los demás me negaban. La oscuridad mi confidente, la soledad mi única compañía, y el dolor, mi eterna amiga.
Crecí entre odio y desprecios, como un instrumento de guerra que sólo sirve para matar. Apreciada solamente como un arma sin vida a la que no se le permite amar.
Dotada con el dominio de los elementos, usándolos como una extensión más de mi cuerpo. Una empática a la que no le puedes mentir, un cuerpo sin vida a la que no se le permite sentir. Educada para asesinar a los enemigos de la familia, protegiendo a un “Todos” donde no estaba incluida.
Me dirigía a una misión de la que dependían muchas vidas y donde lo más probable era que encontrara mi fin. No había razón para que yo continuara viviendo, pero con cada respiración invocaba al dios de la muerte deseando su aparición, rogando que llevara con él, dándome ese regalo como única consolación.
Cuando me encontraste, yo era un cadáver que se movía por el cumplimiento del deber. Pero tu me rescatase devolviéndome a la vida, sintiéndome volver a nacer.
Entre más los conocía más me intrigaban, pero de entre todos ellos tu te destacabas. Uno de los más temidos dentro de la organización, el único de los que conocí que luchaba por ocultar su dolor.
Muchas veces me quedaba largo tiempo observándote para conocerte y romper esa barrera de secretos que usabas para protegerte. En mi piel sentía tu dolor. El odio que decías te hacía fuerte en batallas, te debilitaba al recordar todo lo que habías hecho para lograr tus metas.
Cada noche me preguntaba si tu podrías descifrar el rompecabezas que había en mí. Si serias capaz de verme a los ojos o serias uno más preparado para huir. Yo estaba dispuesta a dejarte ver lo que ocultan mis sueños, con la esperanza que, de igual forma, yo pudiera penetrar en los tuyos... y lo logré.
Supe que al igual que yo habías crecido sólo. Cumpliendo las expectativas de los demás. Tu, ganándote el respeto y admiración de todos, mientras te perdías a ti mismo y con ello tus deseos perecían; Yo cambiaba esperanzas por odio y rizas por temor, ignorada moría sumida en el dolor, perdiendo sueños que aun no encontraba.
Siento que el alma me abandona y yo... ya no tengo la fuerza para resistirme, tu lo notas y presionas aún más mi cuerpo, sonrío al ver la perseverancia con la que te aferras a mi vida. “¿Qué ves en mis ojos?” te pregunto sabiendo que es la última vez que lo hago.
“Se fuerte, resiste...” suplicas pero ya es demasiado tarde. Ya no hay dolor, el frío está cesando. Me elevo en lo alto y lo que queda de mí dentro de mi cuerpo desaparece en un suspiro. He abandonado mi contenedor en este mundo. Por encima, me veo tendida en el suelo, sujetada por ti que aún no crees que me haya ido. Estoy por alejarme pero antes, en forma etérea me acerco a ti y te rodeo con mis invisibles brazos agradecida por la enorme felicidad que me haz brindado en tan sólo unos meses que te tuve a mi lado. Cada día sustituyó los largos años que pasé oculta en las tinieblas.
Subo a lo eterno, aferrándome a este mundo y permaneciendo en él ligado por el cálido beso que me ata a ti mientras yo me desvanezco.
FIN
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